Los orígenes de la estética se remontan a la prehistoria. A través
del arte y de los instrumentos de uso cotidiano que han llegado hasta nuestros días,
podemos ver como ya entonces existía una preocupación por la belleza.
La cualidad que se aprecia más en la mujer y que se toma
como símbolo de esta es la fertilidad. Las estructuras y grabados nos muestran
figuras femeninas voluminosas, incluso deformes, que reflejan el interés de los
prehistóricos por la fertilidad, tan necesaria para la continuidad biológica del
grupo.
Entre los hallazgos más antiguos que hacen alusión al
incipiente interés femenino por la belleza, encontramos un grabado en las cercanías
de Oslo, Noruega. Este grabado reproduce la figura de una mujer embadurnándose con
grasa de reno, animal que está al lado de la figura femenina. También en
Austria, la conocida Venus de Willendorf, y en la Costa Azul francesa, la Venus
de Grimaldi, se han hallado representaciones de mujeres simbolizando la
preocupación de estas por el cuidado de su belleza.
Los productos de que disponía la mujer prehistórica se
limitaban, prácticamente, a la arcilla, tierras de distintos pigmentos
colorantes o toscos productos elaborados a partir de grasas animales.
El afeite más antiguo que se conoce estaba compuesto de
sulfuro de antimonio.
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