Grecia fue la civilización de la belleza. Ha sido tal su
influencia en las culturas occidentales posteriores que su cultura y su arte
han configurado el llamado ideal clásico de belleza. Eran, en contraste con los
egipcios, todos los estamentos sociales los que compartían esta inquietud por
la estética. Hasta tal extremo llevaron este gusto por la belleza que, en uno
de sus libros, Apolonio de Herófila explica que “en Atenas no había mujeres
viejas ni feas”.
De hecho, fueron los griegos quienes difundieron por Europa
gran cantidad de productos de belleza, de fórmulas de cosmética, así como el
culto al cuerpo y los baños; en resumen el concepto de la estética.
La mayor atención la prestaban al cuidado del cuerpo. Los
canones de belleza griega no toleraban ni la grasa ni los senos voluminosos.
Era necesario cultivar el cuerpo para conseguir la perfección estética que consistía
en, además de tener senos pequeños y fuertes, poseer un cuello fino y esbelto y
los hombros proporcionados.
En los baños era donde era donde este amor por el cuidado
del cuerpo tenía lugar. Precedían al baño, habitualmente realizado con agua fría.
También los masajes tenían un papel importante ya que, junto
con el baño y los ejercicios gimnásticos, lograban que en el cuerpo no hubiera
rastro alguno de grasa y que se mantuvieran la figura grácil y la piel tersa.
La cosmética, en Grecia, vivió un momento esplendoroso,
sobre todo los aceites. Estos se extraían de flores y se empleaban además de en
estética, en los actos religiosos, deportivos y en la vida diaria.
Los aceites perfumados se aplicaban después de los baños o
de los masajes y se elaboraban de muchas flores distintas, de rosas, de
jazmines, tomillo, etc., y su fabricación se concentraba en Cipre, Cortinto y
Rondas. El cabello se cuidaba con esmero y se elaboraban tintes también con
extractos naturales.
El maquillaje de las mujeres de Atenas se basaba en el color
negro y azul para los ojos; coloreaban sus mejillas con carmín y los labios y
las uñas se pintaban de un único tono.
Se consideraba que el color de la piel de la cara debía ser pálido,
ya que era reflejo inequívoco de pasión.
Pero no únicamente las mujeres y los hombres griegos tenían esta
inquietud por la estética. Sus dioses buscaban también el ideal de la belleza. La
figura de la diosa Afrodita de Cridona nos ha llegado reproducida en el momento
en el que está desnudándose para entrar en el baño.
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